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el muro / OPINIÓN

¿Otro museo más?

No teníamos bastante con buscar una salida airosa al MuVIM como para ponernos a imaginar un nuevo museo. Con los espacios faltos de vida o inacabados que tenemos y nos adentramos en otro jardín de fantasía. 

25/02/2018 - 

No niego -o lo niego todo, como Sabina- qué Valencia no deba contar con un Museo Sorolla, pero de ahí a crearlo desde la nada, salvo porque las instituciones públicas posean un número cercano a ochenta piezas del artista, hay un trecho muy largo y unas cuantas truchas. Más aún en un edificio estatal como el Reloj del Puerto.

Ante proyectos de esta envergadura y trascendencia, fiarlo todo a campañas mediáticas, declaraciones políticas, intenciones e intereses particulares pero sin partir de un plan global, un concepto general y hasta de un mero proyecto básico, no deja de quedar en una simple anécdota para pasar el rato. Bueno, ofrece titulares, puede generar valencianía política y hasta recaudar algunos votos. Pero un proyecto de museo es algo mucho más serio y riguroso. 

En primer lugar porque pese a lo que considere el President de la Generalitat, Ximo Puig, un museo no se hace ni nace de una selección de obras sino de un plan científico y una hoja de ruta. Si es que hablamos de museos, claro. No veo el Edificio del Reloj como posible sede. Y eso que el inmueble es muy bello, pero su ordenación espacial es más que complicada, impracticable. Estando como están las arcas públicas más que arruinadas no sé si alguien ha comenzado a ordenar y sumar numeritos.

Si el objetivo es idealizar que Sorolla pintó el Mediterráneo desde la Malva-rosa como justificación para llevar hasta allí un hipotético museo, es partir de un gran error. Por esa regla de tres, el museo podría estar en Granada, San Sebastián o Xàbia que también fueron lugares escogidos por el artista. Si alguien no sabe qué son condiciones imprescindibles, que dé una vuelta por el Centro Botín de Santander, construido a orillas del Cantábrico. Así comprobará necesidades y garantías frente al mar. O sólo, para evitar mayores gastos, que vaya al propio Edificio del Reloj a fin de conocer la infraestructura y ponerse a temblar.

Seamos rigurosos. ¿Alguien realmente puede imaginar un Museo Sorolla en un edificio junto a una laguna, con la humedad y el salitre amenazando y en un edificio que nunca fue concebido como espacio museístico, incómodo e imposible en su concepción espacial? Otra cosa sería que nuestra Generalitat estuviera por invertir tantísimos millones que por lo visto le sobran para adecuar el inmueble con todo lujo y detalle. No hay suficientes duros para concluir la rehabilitación del Centre del Carme -gran parte de su área renacentista está sin tocar- y nos ponemos en otra cosa, mariposa.

Si alguien piensa en un museo Sorolla, antes debería de contar con el absoluto respaldo del Ministerio de Cultura, titular del legado del artista. Y luego dejar de vivir entre fantasías animadas de ayer y hoy.

No dudo que entre esas ochenta obras institucionales no existan grandes piezas, pero no creo que todas sean lo suficientemente importantes como para generar por sí mismas un nuevo espacio museístico, de los que por cierto vamos sobrados y a los que apenas damos ajetreo.  

Siempre he considerado que Valencia debería disponer de un espacio que albergara la obra del pintor repartida entre las instituciones públicas, pero también que analizara, contextualizara y pusiera en valor su época y la influencia social y artística de su generación, después del Siglo de Oro la más importante que ha dado esta autonomía/región en el terreno de las Bellas Artes. No sólo existe Sorolla.

Si como dice el President Puig “queremos rescatar contenedores y hacer política de contenidos”, antes me daría una vuelta por la Fundación Bancaja, esa que recuperamos a fuerza de millones y hoy sólo sirve para realizar vernissages y ofrecer exposiciones temporales, algunas muy interesantes y otras carísimas y prescindibles. Y otro día, por el Centre del Carme que merece una profunda revisión. Dos escenarios ideales. Y ya puestos, también por San Vicent de la Roqueta al que le van buscando usos y aún habrá que ensanchar su acera para darle solera. No saben qué hacer con el MuVIM y ya estamos imaginando un supuesto museo más.  

Y por último, por qué no ponemos remedio cultural a lo que tenemos antes de meternos en nuevos líos. Ahora, si se trata de pasar un rato, que es lo que parece, pues a divertirnos. Ya se sabe. Lo que llega a figurar en un programa electoral puede quedar en simple literatura, como esas promesas que el ministro Iñigo de la Serna va dejando caer allá donde pisa. Visto lo visto, hasta tendríamos una Ciudad de la Alegría con inagotables áreas de descanso y desmadre colectivo.  

Continuamos en lo mismo. Como si no existiera nada más y el mundo, como decía Elsa a Rick en Casablanca, se derrumbase a nuestro alrededor mientras nosotros nos enamoramos. De Sorolla, claro.

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