La única lectura positiva de la crisis es que las empresas se ven obligadas a innovar y reevaluar la forma en que operan
VALÈNCIA. Acercándonos a los 100 millones de casos de covid-19 y a los 2 millones de muertos en el mundo, el impacto de esta pandemia en la sociedad y la economía está siendo de un alcance jamás pensado. Es duro escuchar a nuestros clientes decirnos que sus ventas se han reducido en un 70% u 80%. La única lectura positiva de la crisis es que las empresas se ven obligadas a innovar y reevaluar la forma en que operan. Por supuesto, el mundo será diferente después del virus y también lo será la manera de trabajar en el entorno internacional.
Los directivos de la compañías están obligados a dirigir sus acciones hacia modelos más flexibles, móviles y habilitados para la nube. No se trata solo y simplemente de la integración de nuevas tecnologías. Las empresas con vocación internacional necesitan sortear con éxito la pandemia país por país:
La tecnología ha cambiado la forma en que las muchas empresas internacionales generan ingresos, así como la forma en que obtienen inventario, suministros y mano de obra. Todo ello ha permitido a las empresas la capacidad de expandir sus operaciones globales, mediante la búsqueda de jurisdicciones con baja tributación o con otro tipo de ventaja fiscal, arancelaria o simplemente de coste o incentivos ofrecidos por los países como un medio para atraer empresas e inversión. Pero la covid-19 ha variado el enfoque del cumplimiento y la planificación internacionales a cuestiones meramente comerciales que también tienen consecuencias fiscales.
En todas las industrias, la escasez global de suministros es una amenaza real para sus operaciones. A medida que la cadena de suministro se interrumpió en los últimos meses -desde las importaciones de bienes y suministros de varios países hasta la entregas a en plazo a los clientes-, muchas compañías están aprovechando sus reservas de productos y buscan fuentes alternativas y confiables de suministro. En algunos casos, buscan llevar sus operaciones a casa y acercarla a su mercado domestico para minimizar el impacto de las interrupciones mediante el abastecimiento y/o la producción local. Este podría ser un efecto a medio y largo plazo de la pandemia. Esto tendrá relevantes consecuencias fiscales.
Esas compañías que operan a nivel internacional también se enfrentan a ciclos de pago largos y podrían verse obligados a crear políticas de reestructuración de flujos de caja. Además de los ciclos de pago lentos, los equipos de desarrollo comercial y ventas tienen cada vez más dificultades para mantener una cartera sólida y fiel, mientras se intenta mejorar las ventas y el servicio y experiencia de compra a los clientes.
Como las previsiones económicas son pesimistas, las empresas con presencia internacional tendrán que enfrentarse a cuestiones como estas que repercutirán a largo plazo en el enfoque y las prioridades de sus directivos y propietarios, obligándoles a repensar su modelo de negocio internacional y, en consecuencia, también su estrategia fiscal internacional.
La pandemia ha iniciado una revolución sobre cómo las entidades multinacionales abordarán estratégicamente su modelo de negocio en el futuro a medida que se ocupan de las operaciones del día a día. Esta crisis ha obligado a las empresas a adaptarse en la forma en que operan, administran su fuerza laboral, cumplen con los mandatos gubernamentales y reaccionan a las necesidades de los clientes y empleados.
Esperamos que el mundo se vea diferente después del coronavirus y si bien las perspectivas a corto plazo pueden ser sombrías, la historia muestra que los mercados y la sociedad no solo pueden recuperarse después de una crisis, sino que vuelven con más fuerza.
Ignacio González Ochoa es socio director de AVD Consultores