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La nave de los locos / OPINIÓN

¿Sexo? No, gracias

Foto: EVA MÁÑEZ

En los tiempos del #MeToo el sexo se ha convertido en una práctica de riesgo para los hombres. Mientras el temporal no amaine, lo prudente es la abstinencia. Si no quiere llegarse a tal extremo, conviene estar bien asesorado por un abogado antes de tener trato íntimo con una mujer

29/10/2018 - 

Ahora siempre me duele la cabeza, no importa el día ni la hora. Mi jaqueca será prolongada para evitar males mayores. Si mi señora me requiere, alego una migraña. Al principio me creía; ahora ya no. Lo peor de todo es que no hago nada por disimular mi desinterés por el sexo. Antes de que me retire la biología, he preferido hacerlo yo. Es mi fiera voluntad, y no las dolorosas circunstancias que llevan aparejadas la vejez, la que sostiene mi decisión de no pecar contra el sexo y el noveno mandamiento.

Ahora que el papa Francisco no cierra la puerta a acabar con el celibato obligatorio de los curas, lo que supone un reconocimiento implícito de las necesidades sexuales del clero (a las que históricamente nunca ha hecho ascos), yo, que siempre he sido un consumado pecador, propugno la abstinencia como una nueva forma de vida. Me veo como un eremita, como un san Juan Bautista que se alimenta de mosquitos tigres y duerme en un suelo de piedra, ciego y sordo a la llamada de la carne.

Ya lo advirtió José Luis de Vilallonga a propósito del acto sexual: la postura es ridícula, el placer es efímero y el precio acaba siendo caro

Una vez hecha esta breve introducción, que habrá provocado la hilaridad en no pocos de mis escasos pero cualificados lectores, justifico el tema de este artículo, la renuncia al sexo, como un mal menor. Desde el bochornoso episodio de La Manada hay tal presión social y tal coerción normativa contra los hombres que lo prudente es evitar cualquier encuentro sexual con una mujer. Tener sexo en los tiempos del #MeToo es una actividad de riesgo, casi tanto como invertir en acciones de Dia. Hasta los partidos gobernantes (PSOE y Podemos) han aprovechado el último proyecto de Presupuestos del Estado para incorporar el consentimiento expreso de la mujer en el Código Penal. Curioso que una norma que regula los gastos e ingresos de la Administración central se dedique a regular el comportamiento sexual entre ellos y ellas.

Haceos acompañar de un notario

Ya no salgo por las noches pero si vosotros, lectores varones, lo hacéis, os recomiendo estar asesorados por un buen abogado. Si os lo podéis permitir haceos acompañar de un notario para que dé fe de que respetáis el protocolo adecuado en vuestros escarceos con las mujeres. Atrás quedó el tiempo de las insinuaciones, de los gestos equívocos, de las palabras con doble sentido, de los piropos bienintencionados, del roce de manos que lo decían todo y no decían nada. Atrás dejamos la poesía, el tonteo, el cortejo y el juego de la seducción para permitir que el Código Penal y la Ley de Procedimiento Administrativo regulen el acercamiento carnal entre un hombre y una mujer. Verdaderamente vivimos en un tiempo siniestro.

Foto: EFE

Como las relaciones entre el sexo masculino y el femenino se han complicado más de lo habitual, no merece la pena correr riesgos mientras el temporal no amaine. La alternativa ante tanta confusión es la abstinencia sexual o, en el mejor de los casos, el onanismo. De optar por la contención, las ventajas son innumerables, la principal de ellas es no verse inmiscuido en un procedimiento penal. Pero, además, ser asceta previene las infidelidades a la pareja, lo que reduce las posibilidades de divorcio y por tanto el pago de pensiones; evita los embarazos no deseados y las enfermedades venéreas; elude exponerse a un gatillazo cuando se alcanza cierta edad y hace innecesario fanfarronear con los amigotes después de cada fin de semana.

Un asunto de mal gusto

Además, siendo sinceros, el sexo no deja de ser un asunto de mal gusto, el espacio de recreo de las clases menesterosas. Ya lo advertía el aristócrata José Luis de Vilallonga, el mejor biógrafo del rey emérito, cuando aseguraba, a propósito del acto sexual, que la postura es ridícula, el placer es efímero y el precio acaba siendo muy caro. Un mal negocio, en definitiva.

No me ha sido fácil llegar hasta aquí. Debido a que estaba muy acostumbrado a tenerlo, al principio me costó prescindir del sexo. Desde que me liberé del yugo del deleite —y tomo esta expresión del maestro Cicerón—, me siento dueño de mi voluntad y con la suficiente entereza para girar la cabeza cada vez que una mujer, en la barra de un bar, me guiña el ojo con ánimo concupiscente. Me he retirado del mercado para siempre, de manera que tomad nota, chicas, y no contéis más conmigo. 

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