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el interior de las cosas / OPINIÓN

Los sonidos de la tristeza

7/03/2022 - 

 Querido Josep, querido Martí Gómez, te hubiera gustado estar en Morella hace ocho días, como yo estuve. La ciudad de Els Ports estaba gris, muy fría, con esa humedad que provoca sensaciones térmicas mínimas. Donde la Olga, como tú llamabas al bar Canyero, estuvimos hablando de ti, añorando tus conversaciones, a Elena, a Isabel. ¿Sabes?, tu silla de Canyero estaba solitaria junto a una mesa vacía.

Olga te ubicó junto a la puerta de acceso, como esperando tu llegada con una copa de vino. Inés y Nancy, con quienes hablé, viajaron a tu despedida, en Barcelona. Había tristeza y emoción entre la buena gente morellana que te recuerda. Ahora, ya esperamos un encuentro con Elena, que seguirá atada anímicamente a la tierra morellana, como los hilos de colores que tejen esas mantas que tanto abrigan los corazones y que han ido narrando la historia de una industria textil que fue diluyéndose entre crisis y guerras, sobre todo, en esa posguerra que expulsó de Morella a muchos de sus hijos e hijas.

En estos días tu opinión sería un consuelo. En tiempos de guerra tus palabras se detendrían en la estupidez humana, en gobernantes psicópatas, en el abuso de los mercados armamentísticos, en los señores de la guerra, en las grandes empresas internacionales y dueños del planeta, en el dinero negro de los nuevos zares rusos que ya habitan entre nosotros, en municipios de Alicante, en Marbella…

Y nos hablarías del significado de esas maletas que guardan lo más preciso, esas familias que escapan del infierno, el miedo, el pánico, esas personas mayores, esas madres y sus hijos bajo el frío, la nieve, y el barro, y quizás, nos explicaras qué guardan en sus miradas los jóvenes soldados de todos los bandos. Porque el periodismo era esto. La empatía de entender a las personas, de compartir y sentir con ellas, de buscar respuestas desde la calle, lejos de todos los despachos.

Las guerras son el fracaso del ser humano. Son la sinrazón de estos nuevos y viejos conquistadores que alzan banderas de mierda. Querido Martí Gómez, en estos momentos denunciarías a los mercaderes de las armas, a los mercenarios del periodismo y seguiríamos pensando contigo en una Europa soñada, pero, también, lejana, burócrata y, ahora, por cuestiones bélicas, un continente unido, intentando compactar su destino. Nos situarías en el epicentro europeo desde tu experta mirada internacional, clamando al cielo porque estamos viviendo una guerra en pleno siglo XXI.

Hoy, tal como explicaría Martí Gómez, el sonido de las maletas arrastradas por  las cientos de mlles de personas que están abandonando Ucrania, componen la estampa sonora de la tristeza y la desolación. Las fotografías de los mejores fotoperiodistas, mostrando las instantáneas de una despedida, el dolor de esas manos masculinas, pegadas en los cristales de los trenes, intentando tocar a sus hijas, hijos, a sus esposas, a sus madres. Las crónicas radiofónicas de las y los buenos profesionales, corresponsales desde hace años en la zona, narrando el dolor, la rabia y la soledad de las calles de la capital ucraniana. El gran trabajo de los medios dignos, quienes están informando con todo el rigor y la profesionalidad de sus corresponsables, nos lleva a pensar sobre la cantidad de basura televisiva que engulle la sociedad de este país. Hay empresas privadas que han convertido la guerra en un negocio de audiencias, manipulando, mintiendo y generando una irresponsable ansiedad entre la ciudadanía.

La información es otra de las aristas de este conflicto. Desde la campaña electoral de Trump crecieron los medios y empresas mercenarias dedicadas a manipular el voto ciudadano en las redes sociales y en otros canales de comunicación. Con Trump en el gobierno, estas obscenas prácticas de la comunicación consolidaron un ciclo ascendente de crispación. En este espacio virtual y muy influyente participaron, asimismo, los medios de comunicación de Putin, financiados con su apoyo millonario a los grupos y partidos de la ultraderecha europea, incluido Vox. Porque, aquí, seguimos sufriendo estas injerencias, como sucede en otros países europeos. Unas injerencias que siguen llenando las arcas de varias empresas dedicadas a la comunicación.

Una estrategia de guerra informativa que Putin lleva practicando desde hace años. Introduciéndose en redes sociales de países europeos, alterando algoritmos y manipulando la opinión pública, promoviendo graves ataques de la ultraderecha que, bien manipuladas, señalaban la culpa y autoría a grupos musulmanes. Hay demasiados ejemplos. Pero, hoy, es preciso destacar lo sucedido hace unos días en Francia, uno de los países donde la manipulación siembra la inestabilidad, miedo y el odio en la sociedad. Marine Le Pen acaba de destruir una edición de decenas de miles de folletos electorales porque en una página asoma una imagen de la líder ultra con Putin.

Aquí nos está pasando lo mismo. Propaganda y manipulación para la confrontación y el odio. Hoy, los representantes de la ultraderecha se están situando de perfil, eliminando mensajes en redes sociales. Pero no podemos obviar ni olvidar que Vladimir Putin es un líder desde hace tiempo para estos nuevos fascistas.

Vivimos momentos convulsos, graves e inquietantes. Desestabilizar y atacar frontalmente a la democracia está dibujando un terrorífico mapa. La esquizofrenia que está marcando el poder global, el dinero, así como ese selecto club de gobernantes y naciones, busca alterar al máximo el orden mundial. De hecho ya estamos viviendo un nuevo orden mundial.

En este contexto, las mujeres vamos a celebrar un nuevo 8M. Y llegamos divididas, negativamente divididas. El feminismo también sufre tiempos convulsos, víctima de un patriarcado que habita tanto en la derecha como en la izquierda. El martes, las feministas de siempre saldremos a la calle, sin etiquetas ni adjetivos, ni verbos que manipulen nuestras acciones y objetivos. Somos las feministas de siempre, quienes entendemos este movimiento como un eje pacifista, integrador, reivindicativo por la igualdad real y la conquista de  todos los derechos de las mujeres.

El feminismo está viviendo, como el resto de la sociedad, las agresiones de un conservadurismo que se va asentando en el sistema. Cada vez hay más asesinatos, cada vez mueren más mujeres, cada vez hay más niñas y niños huérfanos de sus madres. Y, frente a esta terrible realidad, la propaganda se está dedicando a marcar a hierro a las mujeres, frivolizando sobre el género y la identidad femenina.

El feminismo está siendo gravemente atacado por la derecha y el fascismo de Vox. Y, en este sentido, no se pueden tolerar otras formas de asfixia hacia el feminismo que están perjudicando a los derechos y a la felicidad de las mujeres. Tras largos años de lucha por conquistar derechos e ir rompiendo todos los techos de cristal, este movimiento, eje democrático, no puede ser cuestionado ni detenido.

Qué cosas querido Josep. Morella se vistió de colores este pasado fin de semana con su peculiar Carnestoltes. Tú viviste alguna de estas celebraciones, convocadas en plena Cuaresma. Son esas historias morellanas tan peculiares y espléndidas, como fuera aquel carnaval de hace muchos años en los que apareció por la ciudad amurallada Vicente González Lizondo, recorriendo la calle principal abarrotada de disfraces.

Lizondo, líder de Unión Valenciana, del blaverismo, de la derecha profunda y anticatalanista. Se presentó en Morella, invitado por alguien de allí, y no tuvo ningún problema al atravesar la marabunta y dejarse tocar cuando la gente pellizcaba su rostro para demostrar que no era una máscara de su imagen. Era el auténtico, y se sentó en la mesa de un restaurante que no le correspondía, pero según expresaba: ¡¡No passe res, som valencians!!. Esta anécdota te gustaba mucho y te reías abiertamente, desde esa sabia mirada, deteniéndote en las cuestiones terrenales de la política más surrealista.

Decirte, querido Josep, que guardo en el alma nuestro último encuentro, esos besos y abrazos que nos dimos junto a Elena, en la recepción del Hotel Rey Don Jaime, esa casa que te ha acogido, que era tu casa. Recuerdo tu cariño y esa reflexión pesimista, triste, sobre las consecuencias del poder y los seres humanos. Y esa conclusión precisa, breve, porque ante todo, la vida es bonita.

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