VALÈNCIA. La sostenibilidad, la innovación y la economía circular son hoy en día los pilares sobre los que se asienta el sector químico en la Comunitat Valenciana. Unas bases que marcarán el futuro de esta industria pero que, a su vez, conllevan importantes retos por delante. Y más ahora con el actual contexto de crisis energética y con Europa acelerando su transformación y sus objetivos de descarbonización. Sin embargo, las empresas están adaptándose al nuevo escenario, aunque reclaman cierta flexibilidad para no perder competitividad respecto de otros mercados fuera del paraguas europeo.
Así se puso de manifiesto en el desayuno organizado por Valencia Plaza y la patronal Quimacova, en el que participaron Miguel Burdeos, presidente de Quimacova y de la empresa SPB; Amaya Fernández, vocal de la junta directiva de Quimacova y directora general de Irisem y presidenta de AVEP y del Clúster de Envase y Embalaje; Javier Mínguez, jefe de área de empresas y asociaciones del Ivace; y José Vicente Miró, de la subdirección general del Cambio Climático y Calidad Ambiental de la Generalitat.
También, asistieron Carlos Vivas, global director industrial specialities division de Zschimmer Schwarz; el profesor Eugenio Coronado, del Instituto de Ciencia Molecular (ICMol); Mariam Burdeos, directora General y CEO en Cleanity; y José Sánchez, director de Ecobidon.
El debate arrancó con la intervención de Miguel Burdeos, presidente de Quimacova y de la empresa SPB, quien hizo una radiografía de la situación actual del sector y destacó su fortaleza, aunque también evidenció que durante años ha permanecido "oculto". Sin embargo, ahora la patronal está centrada en visibilizar su actividad, fomentar la formación y se un nexo entre las empresas y la pata científica. "Uno de nuestros objetivos es acercar la industria con el mundo científico para la transferencia de conocimientos", señaló.
También, explicó que su sector es uno de los más regulados por Europa, con unas exigencia para el Green Deal bastante rígidas, aunque las empresas se están adaptando y transformando. Otra de las cuestiones que también puso encima de la mesa fue la formación. En este sentido, explicó que hace unos tres años no había ningún centro de Formación Profesional sobre química, pese a que en España había catorce. No obstante, ahora mismo hay dos en Valencia y uno en Castellón y con lista de espera porque existe una alta demanda de este tipo de perfiles. "Vamos a seguir potenciando la formación", reivindicó.
Por su parte, Amaya Fernández, vocal de la junta directiva de Quimacova y directora general de Irisem y presidenta de AVEP y del Clúster de Envase y Embalaje, apuntó al momento de cambio que atraviesan las organizaciones por el alza de los costes de la energía y las materias primas y todo ello en medio de un marco normativo que constantemente se modifica. "El sector químico es estratégico", reivindicó para coincidir en la necesidad de resolver las distancias que existen entre la ciencia y la implementación de esas investigaciones.
También, insistió en la necesidad de conjugar la sostenibilidad medioambiental y la económica. "En este punto, las asociaciones jugamos un papel importante porque somos representantes de las empresas con la Administración para trasladarles los problemas y llegar a acuerdos en tiempo y forma para que se cumpla con la normativa", afirmó. En cualquier caso, remarcó que el tejido industrial está invirtiendo para optimizar recursos en un sector que es "de los mejor remunerados", pero, sin embargo, tiene problemas para "encontrar gente bien formada".
Desde la Administración, José Vicente Miró, de la subdirección general del Cambio Climático y Calidad Ambiental de la Generalitat, destacó la trasversalidad de la industria química valenciana e incluso reconoció que ha sido una de las "olvidadas" por la Administración. Sin embargo, puso el énfasis en su fortaleza y resiliencia a la hora de adaptarse a las nuevas normativas que fija Bruselas. Tanto es así, que destacó que en el actual contexto de crisis, en la Conselleria han entrado "más proyectos que nunca" con iniciativas enfocadas a la investigación de baterías, tras la llegada de Volkswagen, al reciclado de productos por parte de BP o la producción de biogás.
Ante este reto, también admitió que la Administración tiene el deber de "estar a la altura" para evitar que se produzcan cuellos de botella en la tramitación de expedientes. "El sector químico es el que está empujando en esta crisis", remarcó Miró, quien afirmó que más de 30 empresas en la Comunitat Valenciana tienen ya la etiqueta ecológica, lo que supone que casi 10.000 productos fabricados en la región se comercializan bajo esta categoría. "Y eso son buenas cifras en cuanto a innovación y salud ambiental. Porque sostenibilidad ambiental y económica no deben conjugarse, sino que son lo mismo y la actividad hay que hacerla de la mejor manera y con la mejor tecnología disponible", sostuvo.
En este sentido, Carlos Vivas, global director industrial specialities division de Zschimmer Schwarz, incidió en las rígidas regulaciones europeas frente a las de otros países, lo que en algunas ocasiones supone una pérdida de competitividad, aunque, a su vez, acelera la I+D+i. "Como no podemos competir en precio lo hacemos en innovación. El Green Deal te fija unos hitos y te fuerza a arriesgar", manifestó.
No obstante y dada las limitaciones y los frentes que han tenido que sortear las organizaciones con la pandemia y ahora la crisis energética y de materiales, Vivas abogó por flexibilizar esos plazos para facilitar las inversiones y cumplir con los objetivos marcados. "Si todas las empresas decimos que no llegamos, vamos a ser más flexibles porque, en caso contrario, será técnicamente inviable", defendió.
También sobre la maraña legislativa, el profesor Eugenio Coronado, del Instituto de Ciencia Molecular (ICMol), apuntó que en Europa se vive "en una burbuja" diferente al resto del mundo con unas normativas "muy exigentes"en comparación con otros mercados, lo que puede acabar mermando la competitividad porque "las reglas del juego no son las mismas para todos". En cualquier caso, destacó el potencial investigador y defendió que muchas de las soluciones ya están en el mercado, pero el problema es su precio y la inversión que precisan.
"Ahora mismo se podría hacer un ordenador con plástico reciclado, pero eso cuesta dinero y ese es el problema. Al final el consumidor es el que decide si está dispuesto a pagar más por algo que es más amigable con el medio ambiente", apuntó. En este sentido, defendió que cada vez existe una mayor conexión y colaboración entre la ciencia y la industria, lo que está propiciando "el mejor momento de la química en Valencia". "Somos desde el punto de vista científico, los primeros de España en todos los indicadores de productividad y excelencia científica desde hace dos años que conseguimos sobrepasar a Cataluña", destacó.
Eso sí, consideró importante replicar modelos de colaboración existentes en otros países y que están basados en la instalación de centros de innovación cerca de las fábricas para una búsqueda conjunta de soluciones entre compañías y la investigación científica. "Hay que romper barreras y que la industria se beneficie del conocimiento científico. Y, para eso, el modelo es tener siempre empresas asociadas a centros dentro de un parque científico, que no tecnológico", defendió.
"El sector tiene gran potencial y goza de una capacidad importante para ir cambiando modelos productivos". Así lo expuso Javier Mínguez, jefe de área de empresas y asociaciones del Ivace, quien valoró el esfuerzo "notorio" que están haciendo las compañías en materia de innovación con proyectos vinculados a la economía circular y con una clara visión de cambio.
"La situación ahora es muy complicada y, por eso, las Administraciones debemos contribuir para facilitar la inversión e innovar en procesos", expresó. En este sentido, detalló que su departamento está sujeto a las líneas maestras que fija Europa a la hora de valorar los proyectos para dar salida a los fondos. No obstante, apuntó que el tejido industrial valenciano está alineado con esos valores. "Ahora mismo no hay medidas de apoyo con fondos públicos que no estén sujetos a condicionantes de sostenibilidad medio ambiental, pero observamos que todas empresas ya están contribuyendo", destacó.
Resiliencia, innovación y empleo fueron la claves que destacó Mariam Burdeos, directora General y CEO en Cleanity, para que la industria química consiga salir adelante en medio de la actual tormenta económica. "En la pandemia hemos demostrado que fuimos motores para la salud de las personas. Somos un gran sector en el que se puede confiar y muy resiliente e innovador. Esa sostenibilidad, tanto económica como medio ambiental, es en la que debemos seguir trabajando", afirmó. Y, para ello, en el corto plazo apeló a la creatividad para encontrar soluciones inmediatas que sean "más eficientes e innovadoras" para en el largo plazo cumplir con las exigencias de Europa.
De hecho, explicó que en el caso de su empresa hace años que invirtieron en una gestora propia de residuos para fomentar la economía circular y volver a incorporar deshechos en el proceso productivo. Pero también manifestó la problemática de la industria para encontrar nuevos perfiles profesionales. "La clave para la sostenibilidad de las empresas es su capital humano y, por eso, nos estamos adaptando y formando porque el ambiente interno que se genera es importante. La gestión de las personas es fundamental", reivindicó.
José Sánchez, director de Ecobidon, explicó que desde que empezó en 2004 ha detectado "un gran cambio en las empresas". "Hemos pasado de ser alguien que solo recogía una especie de basura a cada vez se aprecien estos servicios como algo esencial de la industria", reivindicó. No obstante, admitió que ahora mismo con la situación actual de la energía pymes como la suya están teniendo que sortear la tormenta. "Es una espada de Damocles que limita las inversiones", lamentó.
En cuanto a la sostenibilidad, además de reconocer que el marco normativo está ahí, aseguró que cada vez más las empresas lo están haciendo porque garantiza la viabilidad y futuro de su negocio. De hecho, en su caso han conseguido reducir el 50% del agua que consumen y eso supone también un beneficio empresarial.
Ante las nuevas medidas fiscales anunciadas por el Gobierno central, Migue Burdeos aprovechó la oportunidad para advertir de los efectos que tendrá en el sector y el consumo el nuevo impuesto al plástico de un solo uso, que entrará en vigor a partir del 1 enero de 2023, y que obligará a las empresas españolas a pagar una tasa extra de 0,45 euros por cada kilogramo de plástico no reutilizable. "Esto va a repercutir en la industria y, además, vamos a ser único país europeo con este gravamen. Es un sobrecoste para nosotros importante", lamentó.