una mañana en la Unidad de cuidados intensivos del hospital clínico de valència

Urgencias y la UCI: la lucha diaria contra el enemigo invisible

19/04/2020 - 

 VALÈNCIA. La batalla contra el coronavirus tiene cientos de frentes abiertos, pero hay dos en los que las batallas por la vida son especialmente destacables. Estamos hablando de las salas de urgencias y las unidades de cuidados intensivos (UCI). Urgencias de los hospitales. Urgencias es la primera línea de batalla. La UCI, la última. Ambas son críticas y nos han abierto sus puertas.

Son las diez de la mañana cuando entramos en la sala de Urgencias del Hospital Clínico de València. En una sala nos esperan Roberto Alba, responsable de enfermería de Urgencias, y la doctora Maite Sánchez, la jefa de sección. Ambos sonríen, pues las cifras están mejorando. De hecho, en ese momento solo tienen a una mujer en el box de observación. Nada comparado con los días anteriores.

El estrés de la pandemia se manifiesta en los sanitarios de múltiples formas, Maite ha perdido varios kilos. Organizar dos circuitos en urgencias, uno para enfermos de Covid-19 y otro para el resto de pacientes no ha sido fácil. Además, esta mujer es inasequible al desaliento y se pasa el día recordando a todos que hay que protegerse, que hay que ponerse bien los EPI. 

"Nos ha cambiado la vida totalmente", nos explica mientras nos muestra la sala de Urgencias donde ahora hay calma pero nunca se sabe cuándo va a llegar la tormenta. "Hay bastante carga de estrés para hacerlo todo correcto. Conseguir que 170 personas lo hagan todo bien da mucho dolor de cabeza, pero lo estamos consiguiendo. Somos un equipo", apostilla.

Su mayor reto es la logística. Roberto nos dice que "15.000 unidades de batas, que normalmente duran tres meses ahora duran tres días". Aunque no han tenido falta de material, el miedo a la escasez siempre ha estado ahí, por ello, además de las reuniones diarias, de adaptarse a los cambios de protocolo del Ministerio de Sanidad que varían de un día a otro, siempre han tenido un plan B para evitar quedarse desprotegidos. Ambos afirman que "es muy importante la educación sanitaria. No hay que sobreprotegerse, hay que protegerse".

Respecto de la falta de test, la doctora Sánchez dice: "Lo importante es la clínica del paciente. Puede dar PCR negativo por múltiples razones, pero si la clínica es clara, es positivo". Hablando con ella, la jefa de Urgencias nos comenta que lo que realmente le asusta es que "ahora la gente tiene pánico de venir a los hospitales y nos estamos encontrando con pacientes sin Covid que tardan tanto en venir, que cuando llegan están muy graves". "En Urgencias vive el giro de la vida de la gente" apostilla la jefa de la primera línea de batalla del hospital.

"Aquí nadie muere solo"

Dejamos la sala de Urgencias y subimos dos pisos. Salimos del ascensor y recorremos un pasillo ahora vacío de gente. Al fondo está la Unidad de Cuidados Intensivos, donde la vida pende de un fino hilo que el grupo de sanitarios de intensivos estira al máximo con un alto coste emocional. Nos recibe la doctora Marisa Blasco, jefa de Intensivos y presidenta de la Sociedad Valenciana de Medicina Intensiva. Además de Marisa, pasamos la mañana con parte de su equipo: Camino, Laura y Raquel -enfermeras- y Pilar -auxiliar-.

La UCI es otro mundo, las profesionales son como un ballet perfectamente coreografiado. Sus pies se deslizan por la UCI al ritmo de una música imaginaria. Todas saben qué tienen que hacer en cada momento. Allí no se duda, se actúa. Hoy es un buen día, ha habido tres altas. Por fin sobran camas en la unidad. Pero la realidad de esta enfermedad se ceba con los diez pacientes que quedan ingresados.

La imagen es dura, muy dura. Tubos, cables y monitores que indican la tensión y la saturación en sangre dibujan una estampa que asusta al neófito. Ellas son el coro de un ballet que en lugar mover rosas de un lado a otro mueven medicaciones, aparatos, cariño y esperanza para los pacientes que esperan salir lo antes posible de allí.

La dureza de la situación es tal que nos explican que han tenido que cambiar el chip del todo. "Antes, cuando un paciente iba a fallecer se avisaba a la familia, entraban, se despedían y nosotras estábamos allí de apoyo. Ahora nosotras somos la última persona a la que ven. Nosotras les cogemos la mano mientras se van. Aquí nadie muere solo". Marisa nos cuenta que el trato es tan cercano que han llegado a sostener un móvil con una mano, y la mano del paciente con la otra mientras fallece para que la familia se pudiera despedir". 

A esa carga sicológica se suma que cuando salen de su puesto de trabajo no quieren llevarse el dolor a casa. "Algunas de nosotras aprovechamos para llorar cuando nos metemos en la ducha en casa. Estamos tocadas, muy tocadas", nos dicen. Por eso, en el Hospital Clínico de València un sicólogo acude dos veces al día a esta unidad para poder atender a los trabajadores. "Es maravilloso poderte desahogar diez minutos".

Todas se cogen a las altas y las mejorías de sus pacientes como a un clavo ardiendo. Eso les da fuerzas para superar la durísima realidad que allí se vive. Graban todas las salidas de la UCI y se las envían a un grupo de WhatsApp para animarse. Han grabado un vídeo haciendo un playback. Son totales.

Los pacientes

En la UCI todas visten uniforme morado, pero para atender a los pacientes se ponen un EPI completo y otro por encima, doble mascarilla, doble guante, gafas y pantalla protectora. Pasan calor, mucho calor. Sudan, se les empañan las gafas, pero ahí están el tiempo que haga falta con cada personas. Como los pacientes solo ven personas del espacio cuando entran, aprovechan cuando salen del box para saludarlos y enseñarles su cara. "Somos nosotras aunque no lo parezca" les dicen a través del cristal.

Asistimos a cómo una mujer que había estado sedada e intubada va a ser sentada por primera vez. "Es como una fisioterapia respiratoria", nos explican, "Vamos a ver si tiene suficiente musculatura abdominal para aguantar". Con sumo cuidado le explican a la mujer lo que van a hacer y, con toda la delicadeza del mundo, la sientan. Son segundos de incertidumbre hasta que la señora dice: "Estoy bien". Entonces suenan los aplausos en la UCI. Hoy es un buen día.

Junto a esta mujer hay un hombre. Él lleva sentado un rato. Le han hecho una traqueotomía por la que respira. Nos dicen que les ha dado varios "sustos serios", pero que "es un campeón". Lleva la 'traqueo' y preguntamos por qué. "Cuando una persona está mucho tiempo intubada se le hace una traqueo porque es más cómodo para ellos y es mejor sanitariamente hablando. No es bueno mantener el tubo en la garganta demasiado", nos responden. 

En un tercer box un hombre está sedado e intubado. Le han bajado la sedación para ver cómo responde. Parece que sus pulmones ya quieren funcionar solos, pero el momento del despertar es crítico, porque no saben dónde están y muchos tratan de arrancarse los tubos. Una de las enfermeras tiene un ojo todo el tiempo en ese box, es el tercer intento de despertarlo y los dos anteriores no han ido bien. Y no falla. En un momento determinado la mano del hombre, medio sedado, se dirige al tubo de su garganta peligrosamente. 

Ella no se lo piensa. No hay tiempo para ponerse el EPI y el paciente es lo primero. Siempre es lo primero. Con solo la mascarilla y los guantes entra corriendo y separa el tubo. Como un reloj, otra compañera coge una pantalla protectora y la sigue. "Toma, póntela", le dice. Minutos después todo vuelve a la relativa normalidad que allí se vive.

Marisa nos cuenta que es normal lo que hemos visto. "El otro día un paciente entró en parada y tuve que entrar solo con la mascarilla y los guantes. Si no entraba, él moría. No hay duda, aquí salvamos vidas. Si hay que entrar, se entra". Son ángeles vestidas de morado. Anteponen al paciente y no dudan, nunca dudan

¿Despejado?

Les damos la enhorabuena porque la UCI está más despejada, nos sonríen con pena. "Vuelve dentro de diez días y hablamos", nos dicen. ¿Por qué?, les preguntamos. "La gente ha vuelto a trabajar, se van a contagiar y esto se va a llenar otra vez", concluyen. Dicen que la única forma de acabar con el virus es no salir, y piensan que la vuelta al trabajo va a desatar otra vez los contagios. Esperamos que se equivoquen, pero su seguridad asusta.

Mientras hablamos con la doctora Blasco entramos a tratar un tema muy delicado. ¿Es todo el mundo susceptible de ir a una UCI? "No, pero no solo con los pacientes de coronavirus", responde. Hablamos del encarnizamiento terapéutico, algo de lo que esta doctora abomina. Nos cuenta que si una persona, por ejemplo, tiene un cáncer terminal con fallo hepático fulminante, someterla al tratamiento de UCI es encarnizarse y alargar lo inevitable. 

"Lo mismo sucede con el Covid. Hay que valorar a cada paciente. Si tiene posibilidades, a por todas, siempre. Pero hay casos que no hay vuelta atrás. ¿Qué es mejor, morir igualmente solo en una UCI o hacer la transición en casa rodeado de los tuyos? Yo la respuesta la tengo clara", concluye esta médico vocacional que se la juega todos los días por sus pacientes.

El personal de limpieza

Todas las personas con las que hablamos nos piden, por favor, que hagamos una mención especial a las personas de la limpieza. "Se dejan el alma", "Están trabajando súper duro", "Sin ellas nada de esto sería posible", son solo algunas de las frases que escuchamos durante el tiempo que estamos allí. 

Y es verdad, sin hacer ruido están todo el tiempo limpiando y dejándolo todo listo para que médicos, enfermeras, auxiliares y celadores puedan desarrollar su trabajo sin problema. Se han convertido en el alma del hospital y todos quieren que se sepa. 

Después de cerca de tres horas en la UCI nos vamos con la sensación de haber estado con los verdaderos héroes y heroínas de esta epidemia. Por último, y antes de dejar atrás la UCI, todas nos dicen que los aplausos de las ocho se agradecen en el alma, que quieren darle las gracias a los ciudadanos que muestran su apoyo diario.

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