Un estudio realizado por el prestigioso Instituto de Investigación de Stanford concluyó que el 75% del éxito profesional se debe a habilidades interpersonales, como la inteligencia emocional, la comunicación efectiva, el trabajo colaborativo, la capacidad de adaptación y la resolución de conflictos, entre otras. El resto, apenas un 25% del éxito, es resultado de las habilidades técnicas.
Numerosos estudios de prestigiosas Universidades como Harward y el MIT vienen a corroborar esta misma afirmación de que el éxito profesional depende en gran medida de esas aptitudes del individuo para reaccionar a su medio y en menor medida de sus conocimientos técnicos.
Aclaro que no me parece justo frivolizar con las habilidades técnicas. Sin duda tienen un papel muy relevante en el desempeño profesional, como no puede ser de otra forma. ¿Qué sería de un diseñador gráfico, un abogado, un piloto, un ingeniero o un mecánico sin esos conocimientos y habilidades técnicas?
La principal reflexión que deduzco de los mencionados estudios es que las habilidades relacionales son las que marcan la diferencia en el ámbito profesional.
Hoy en día se da por hecho que un profesional, por ejemplo, un ingeniero, sabe resolver los retos técnicos propios de su oficio. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando este mismo ingeniero debe gestionar equipos? Es en este caso cuando intervienen las habilidades relacionales: el liderazgo, la gestión de conflictos, la capacidad para motivar, la comunicación efectiva…
"¿por qué el sistema educativo está cargados de habilidades técnicas y tienen poco contenido para las habilidades interpersonales?"
Actualmente, esta necesaria combinación de habilidades técnicas y relacionales aplica no sólo a las personas que dirigen equipos. Vivimos en un mundo hiperconectado en el que los cambios se producen de forma rápida y constante y donde las organizaciones y negocios están constituidos por múltiples ecosistemas que exigen interrelación permanente con otras personas como clientes, proveedores, socios, colaboradores y tantos otros. Es decir, se aplica a prácticamente el 100% de profesiones y profesionales.
Y la pregunta es la siguiente. Si esto es así, ¿por qué en España el sistema educativo en general y la mayoría de los programas formativos están cargados de habilidades técnicas y tienen poco (o ningún) contenido para el desarrollo de habilidades interpersonales? ¿Por qué invertimos intensamente en algo que supone en un 25% de los resultados y sin embargo somos parcos en lo que me genera el 75% de los resultados profesionales? ¿Por qué cargamos las tintas en aquello que nos hace estándar y no tanto en lo que nos permite diferenciarnos como profesionales?
En mi opinión, como suele pasar en estos casos, la respuesta es una mezcla de varios factores que voy a intentar explicar.
La confluencia de todos estos factores, y alguno más que seguro se le ocurre al lector (¿quizá la politización de los planes educativos?), supone que vayamos lentos, diría que muy lentos, recorriendo como país el camino que conduce hacia esta transformación tan necesaria. Es cierto que poco a poco encontramos programas de formación que ofrecen un enfoque más equilibrado entre ambos tipos de habilidades, incluso programas específicos para el desarrollo y entrenamiento exclusivamente de este tipo de habilidades, pero en mi opinión la realidad es aplastante y el ritmo hacia el equilibrio es insuficiente.
"La buena noticia es que las habilidades relacionales se pueden desarrollar"
La velocidad de adaptación es importante en un mundo cambiante, global e hiperconectado donde los eventos se producen con gran rapidez. Tenemos el reto de acelerar el ritmo a la hora de incorporar y desarrollar este tipo de habilidades de alto impacto en la educación y los programas formativos para profesionales y de esta manera conseguir una ventaja competitiva para nuestro capital humano.
La buena noticia es que las habilidades relacionales se pueden desarrollar. Se entrenan de la misma forma que entrenamos otras capacidades y sus resultados en individuos y equipos en el corto plazo son notables. Por otra parte, exigen una actualización y un mantenimiento en el largo plazo.
Paradójicamente, en el contexto actual donde la inteligencia artificial tiene tanta relevancia y amenaza con transformar profundamente el mercado laboral, precisamente son las habilidades relacionales las que adquieren más importancia. Es la capacidad humana de comprender y gestionar emociones, de formar un equipo motivado ante un proyecto… y tantos retos que se nos presentan en el día a día, lo que nos va a diferenciar de una inteligencia exclusivamente técnica y racional.
Las máquinas son capaces de resolver problemas de una forma racional y lógica, de imitar el proceso de toma de decisiones, pero solamente las personas pueden incluir el componente de gestión emocional en el pensamiento puramente lógico. ¿De qué forma se puede solucionar un conflicto entre dos miembros de un equipo si no se hace uso de la empatía, de la comunicación efectiva de la asertividad….?. Mientras la inteligencia artificial expande su presencia como un recurso idóneo para complementar el talento humano, éste se ve cada vez más potenciado y valorado y alcanza su máxima expresión en sus capacidades y habilidades relacionales.
Para terminar, estoy absolutamente convencido que dentro de unos años podremos afirmar que más que una era de cambios hemos asistido a un cambio de era y en este nuevo contexto, el desarrollo de las habilidades relacionales del ser humano es posible que sea la principal ventaja competitiva en el XXI para profesionales y organizaciones.
No tengo la menor duda de que las habilidades interpersonales marcan la diferencia para el éxito en muchos aspectos de la vida, incluyendo el ámbito profesional y personal. El reto y la oportunidad es desafiante para aquellas personas y organizaciones que decidan andar este camino, y afecta a todos los ámbitos de la educación y la formación, tanto en las etapas iniciales de nuestros jóvenes como más adelante en el ámbito profesional y empresarial. No tenemos tiempo que perder, especialmente en un mundo global donde la tecnología permite la deslocalización de los recursos humanos, por lo que la geografía ya no es una barrera de entrada para el capital humano.