La fusión de CaixaBank con Bankia sitúa a la nueva entidad resultante con una cuota de mercado del 25% y con ello en la primera entidad financiera del país. Ello va a suponer, evidentemente, una serie de operaciones posteriores de otras entidades con el fin de mejorar su posición en el ranking tanto de volumen como de rentabilidad.
Analizada la operación, ésta tiene una lógica económica y financiera. Desde el punto de vista del sector bancario se pretende mejorar en la bajísima rentabilidad de las entidades financieras que van a actuar mediante la reducción de costes fijos con un importante impacto en los gastos de personal.
La covid-19 ha sido el último problema que añadir sobre una situación de políticas monetarias expansivas, con bajos tipos de interés y un Euribor en negativo desde hace algunos años. Todo ello sin olvidar los nuevos canales de financiación que han ido apareciendo, por ejemplo, a través de las finanzas colaborativas que, poco a poco, han ido asumiendo un porcentaje cada vez mayor del sector financiero.
Este movimiento no será el último. Entidades como Liberbank, Unicaja, Sabadell…. de la mano de BBVA y Santander, están llamadas a nuevas operaciones; de modo que, en estos momentos, pasamos de un sector bancario que en el año 2009 se componía de 45 cajas de ahorros y 15 entidades bancarias a una situación en la que tan solo disponemos de 15 entidades financieras después de las operaciones de Evo Banco-Bankinter y Santander-Popular.
En cualquier caso, hay un hecho relevante y es que, esta fusión no sitúa al Estado como primer accionista de referencia de la entidad resultante, lo que sí hubiera sido posible en operaciones con otras entidades (Sabadell, Bankinter, Liberbank, Unicaja o incluso Santander); de ahí que, posiblemente, era la más 'coherente'.
Pero esta concentración va en contra de los consumidores y, por ende, de las empresas. Todos conocemos los efectos secundarios, sobre todo en la Comunitat Valenciana, del resultado de las operaciones corporativas realizadas por Bancaja, CAM o Banco de Valencia; o los efectos de las fusiones de BBVA o Santander donde las compañías han visto una reducción de las líneas de crédito para reestructurar el pool bancario al nuevo escenario.
Ese puede ser el gran problema para las empresas que tendrán que repartir sus necesidades de financiación ente menos 'proveedores' lo que, evidentemente, tendrá efectos en el coste financiero pero que lamentablemente incidirá en un ajuste de los riesgos. Esto implica que las empresas deben, de forma inmediata, analizar los efectos que esta fusión supone en su esquema de financiación para anticipar los posibles efectos y tomar las medidas oportunas para una diversificación del riesgo.
Gonzalo J. Boronat es director General de GB Consultores
Durante el fin de semana del 12 al 14 de noviembre, los clientes de Bankia no podrán usar Bizum