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Entrevista

En busca de la libertad: Niño de Elche y el antídoto para atajar los miedos

3/03/2017 - 

VALÈNCIA. Niño de Elche actuará este viernes 3 de marzo (22:30h, junto a Segunda Persona) en la Sala Wah Wah. Los vecinos y visitantes de la ciudad vuelven a tener otra de esas contadas oportunidades para aproximarse a uno de los artistas más integrales del momento en el Estado. Iniciado desde pequeño en el canónico y estricto camino del cante flamenco, fue precisamente la reacción a toda aquella liturgia comercial entre peñas y premios por España la que le hizo descarrilarse hasta encontrarse -no sin momentos de verdadera inflexión personal- en una obra disruptiva.

Con la acción como principal motivo y su propio cuerpo como parte fundamental de la comunicación con el público, la obra de Francisco Contreras (Elche, 1985) ha transitado por la música, el audiovisual, el arte performativo, la poesía y cualquier disciplina franqueada por este artista. Encumbrado por los críticos durante los últimos años, su vasta producción y sus colaboraciones con creadores de muy distintas inquietudes le han hecho participar en teatros públicos, pequeñas y medianas salas de conciertos, macrofestivales de música y hasta en el Reina Sofía. 

A través de su organismo ha filtrado a Miguel Hernández, el dadaísmo, Morente y Cohen, los minimalistas de la música, Antonio Mairena y tantos otros que es imposible concretar en un párrafo sus múltiples inquietudes. Deslumbrante en su disco Voces del extremo (2015) -que será el protagonista de esta noche en Wah Wah-, la vocación por la investigación, experimentación y transgresión de música y artes escénicas tuvo en 2016 otro hito con RaVerdial, su proyecto junto al dúo DJ/VJ Los Voluble, presentado en la última edición del Sónar. A València llega tras presentar Para quienes aún viven (2017) todavía caliente -el primer disco de Exquirla, la banda surgida de su asociación con Toundra-.

-Cuando eras un adolescente todo se encaminaba para que te convirtieras en algo así como un niño prodigio del cante flamenco. Rompiste con ello, en gran medida por la estructura de cómo funcionaban esos concursos y proyectos. ¿Hay algo de contestación en tu obra a todo aquello que viviste?
-Sí, claro. debe haberlo. Si eres una persona sensible, todo lo que has vivido se te queda en la piel. Reaccionas de una u otra forma. Imagino que lo vivido está en mi forma de estar y de ser.

-Alguna vez has dado a entender que fue una especie de ruptura artística con tu familia, con lo que esperaban de ti.
-La familia no suele entender o que uno hace y menos en la adolescencia. No hablo de mí. Lo digo de cualquiera. Los paternalismos y los maternalismos son así. 

-¿Y ahora, lo entienden?
-Mi círculo más próximo dice que sí, que lo entiende, y yo... no me lo creo. La cosa ha cambiado en lo social, en lo mediático, en lo económico... cuando cambian todos esos niveles, se genera al menos un respeto. No sé si lo entienden. Dicen que sí, pero creo que no. Lo que sí sé es que lo respetan y esa es la relación que quiero tener en ese ámbito familiar. Lo demás nos llevaría a entrar en debates y no merecen la pena. Recuerdo en una de mis crisis de adolescente en las que una psicóloga me dijo muy claro: 'quieres que tu familia te entienda y eso es imposible. Logra que te respeten'. Hemos llegado hasta ahí. 

-Más allá de tu círculo íntimo, ¿el público y la crítica han dejado de aproximarse a tu obra en busca de etiquetas que la identifiquen?
-Sí. En la mayoría de los casos, sí. Creo que desde el año pasado se hizo ese ejercicio. En el caso de la prensa musical, también lo entiendo, porque a lo mejor no están tan cómodos con otras disciplinas artísticas insertas que no controlan tanto… Todavía cuesta un poco. Es posible que en ese mundo todo sea más estático a la hora de hacer entrevistas, etcétera. Pero creo que sí, han hecho un esfuerzo y han podido hablar en territorios artísticos que quizá no dominan tanto sin miedo a equivocarse u obviándolo por ello.

Foto: EFE

-En el mundo del arte parece mayoritariamente aceptado que la creación actual o es transversal o no es. Que las disciplinas estancas, pesan en negativo.
-Para mí es de lo más natural como creador o como espectador de prácticas artísticas. Pero creo que buena parte del mundo sigue pensando justo lo contrario. Que hay que tender hacia la especialidad. Yo cada vez creo menos en la especialización.

-Dices que en que lo que propones artísticamente, es imprescindible tu cuerpo, el momento y la acción para transmitir lo que quieres.
-Es una cuestión personal. Ahora mismo, las prácticas artísticas creo que necesitan carne; un cuerpo. Es mi forma de verlo y de vivirlo ahora mismo y creo que tiene que ver con mis necesidades personales: necesidades comunitarias, necesidades comunicativas. Todo esto va un poco de traducir estas cosas y las prácticas artísticas para mí no tienen sentido sin eso.

-Durante estos primeros años de carrera, más allá de las citadas etiquetas, ha habido una intención por encajarte, por comprender tu obra. A esto ha ayudado mucho No comparto los postres (Bandaaparte Editores). ¿Era tu intención generar una guía o manual para decodificar tus mensajes? ¿Una autobiografía heterodoxa?
-La motivación para escribir el libro ha sido múltiple, pero creo que no solo atiende a las preguntas que se hacen desde el exterior, sino a preguntas personales. Lógicamente, hay una necesidad de compartir y de dislumbrar cuestiones. Pero, sobre todo, lo que había era una necesidad de responder cuestiones personales. Intención por escarbar en zonas donde no había escarbado hasta ahora.

-¿Y te has sorprendido a ti mismo en esa exploración?
-Sí, me he sorprendido por dentro, por así decirlo. La intención me ha llevado a transitar zonas que no había transitado anteriormente, así que es inevitable que hayan surgido sorpresas. Sorpresas buenas y otras no tan buenas.

-El libro ha servido también para completar otra propuesta artística novedosa. ¿Por qué tantos cambios de registro y disciplina? ¿Nada te sacia del todo? ¿Hay algo de aburrimiento o es voracidad por experimentar?
-Hay de todo un poco. Hay voracidad y hay aburrimiento. Yo leo mucho a los místicos y estos dicen que el que está en muchos sitios, no está en ninguno. Como ves, no les hago caso [ríe], pero los sigo leyendo. Estoy en un momento de experimentación radical en todos los planos de mi vida. Es una voracidad que tal vez pare, llegado un momento, que traduzca lo que siento de otra forma. 

-En todas esas disciplinas, en todas esas idas creativas, si hubiera una temática común de tu expresión quizá sería la libertad. ¿Estás de acuerdo?
-Hace poco escuché a Antonio Escohotado decir algo así como que el antídoto para atajar los miedos es la búsqueda de libertad. Creo que es la frase que resume mis andanzas. Mis prácticas artísticas sirven para superar mis miedos. Es una forma de verbalizarlo. La libertad es la tendencia, es la luz, es el faro. Es la utopía para los anarquistas o la igualdad para los comunistas. La libertad me ayuda a moverme. Y creo que tiene que ver también con mi generación. 

-¿En los festivales de música, los programadores son algo así como los censores del sistema?
-Generalizar sería injusto. Hay todo tipo de programadores, incluso teniendo en cuenta si es un teatro, una sala o un festival. Es cierto que su posición artística a nivel estatal puede ser algo cercano a la censura en algunos casos, pero es una especie de censura indirecta sobre su acción. Si ya hay políticos detrás azuzándote, entonces ya es más complicado. En el indie se vive la dictadora del público, frente a otros festivales como Sónar. Depende de cada contexto. Acusar al programador, no obstante, es injusto porque es una cuestión más compleja. Pero el programador tiene una gran responsabilidad para lo bueno y para lo malo. 

-¿A qué te refieres con 'dictadura del público'?
-Pues a esa influencia censora para según que proyectos artísticos. Con el público, si se piensa en él, hay que llevar cuidado y respirar hondo. Yo es algo en lo que no he pensad hasta hace dos años porque, por suerte o por desgracia, no lo tenía.  Y hay que ser radical con el público, en el sentido de ir a la raíz de lo que eres. A la raíz de la honestidad. Cuando eres radical en la práctica artística, con lo que es tan privado, tan personal, con ese fulgor que nace de ti, entonces eres honesto. Traduces de la manera más comunicativa lo que sucede en ti. 

-Honestidad que a menudo se confunde en el arte con autenticidad.
-Bueno, no sé si es un conflicto de palabras. La honestidad la utilizo como palabra para definir que me he escuchado a mí mismo. Cuando te escuchas y lo traduces con la mayor exactitud, eso que has sentido, entonces estás siendo honesto. Yo hablo de eso. La autenticidad... ¿quién sabe qué es auténtico? En un mundo tan mezclado, en un tiempo como el nuestro, hablar de autenticidad me parece tener una mirada conservadora y romántica del mundo y del origen de las cosas. 

-Has vivido en Sevilla y ahora en Madrid, pero el nombre de Elche te acompaña. ¿Cuál es tu relación con la ciudad?
-Ahora mismo es una relación lejana. La visito muy poco porque siempre estoy de un sitio para otro. Allí está mi familia y tengo muchos amigos, pero siempre he sido crítico con Elche socialmente hablando. Pero sí, es una palabra que me acompaña todo el día. Llega un momento que se ha convertido para mí casi en una onomatopeya [ríe]. Ya no la veo como una ciudad. Es algo que va conmigo y tengo mis opiniones sobre su sociedad o lo que supone Elche. Ahora estoy más alejado, pero me volveré a encontrar con ella. He conocido a muchos creadores de ciudades similares y es muy habitual llegar a esta distancia. A muchos artistas les sucede algo parecido. También porque una ciudad como Elche te puede ofrecer una serie de cosas, de plataformas, que no pueden compararse, por ejemplo, con Madrid. 


-¿Qué valor tiene la poesía en momentos de crisis como el actual? ¿Por qué la poesía siempre es marginal y se consume una o más generaciones después de su creación?
-La poesía siempre que suele ser radical pasa desapercibida a su tiempo. Pasó en la República o en el Fanquismo. Y se habla del movimiento Dadá, pero en su momento pasó desapercibido. La escucha contemporánea del arte siempre es más difícil porque hay muchos prejuicios a la hora de 'escuchar a tu tiempo'. Por eso he tratado de rodearme de gente que me ha ayudado a escuchar lo que sucedía a mi alrededor.

-Tu última asociación es con Toundra. ¿Será otro proyecto efímero o sientes que habrá duración?
-Acabamos de publicar el disco y lo que hacemos es pensando ya en un segundo, en ir creciendo hasta llegar a futuro en ese segundo disco. Exquirla es una especie de zona de exploración también, al que queríamos llegar. El próximo proyecto no sé si será parecido a este, si será más Toundra o más Niño de Elche. Será diferente. Lo que tenemos claro es que no buscaremos crear un 'sello Exquirla'. Esa idea de buscar un sonido que te identifique es conservadora y absurda desde su planteamiento. Ahora estamos todos en Madrid y los ensayos nos van a hacer conocernos de otra forma. Por el momento es un espacio de vómito que creo que continuará con unos u otros sonidos.

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