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A vueltas con la 'cultura gratis': defectos y virtudes del bono italiano de 500 euros

25/08/2016 - 

Esta semana el Gobierno italiano despertaba del sopor veraniego a los agentes culturales de medio mundo. El equipo económico del primer ministro, Matteo Renzi, hacía pública la creación del primer 'bono de la cultura'. La propuesta para todos aquellos -italianos o con permiso de residencia en el país- que durante 2017 tengan 18 años, les concede 500 euros para gastar en cultura. 

¿Cultura o 'cultura'? La primera de las particularidades de esta popular inyección es acotar el aguinaldo en entradas a museos, yacimientos arqueológicos, teatros, cines, conciertos, exposiciones, ferias, música o libros. Fungibles y consumibles, para alargar la sombra del entendimiento cultural que nos vence desde el pasado siglo. Todo ello bajo catálogo que se promete "amplio" por parte del Ministerio italiano de Bienes Culturales. La creatividad que quepa en las experiencias gastronómicas, de diseño, performativas o circenses si son al aire libre, videojuegos, plataformas interactivas de acceso online o productos audiovisuales y musicales en streaming se quedan fuera del término

La segunda de las particularidades es que, impulsado como un apoyo para los sectores culturales, lo cierto es que la totalidad de los 500 euros se puede gastar en material académico, lo cual no desvirtúa el esfuerzo pero, dada la presumible actividad educativa de los agraciados, hace pensar que pueda ser aprovechado para este fin. De hecho, la norma entra en vigor el próximo día 15 de septiembre, coincidiendo con la apertura del curso escolar.

¿Distribución universal o democratización del acceso a la cultura?

Para Pau Rausell, responsable del programa legislativo cultural valenciano FesCultura, "la medida tiene una mayor capacidad de comunicación que de transformación de la realidad del ecosistema cultural italiano". El doctor y profesor titular del Departamento de Economía Aplicada de la Universitat de Valencia, opina que "no supondrá ningún cambio estructural para el funcionamiento de la cultura, más allá de la inyección momentánea de los 290 millones de euros y sus efectos arrastre. Probablemente, será una medida aislada en el tiempo y en el contexto". 

No obstante, según Rausell hay "algunas circunstancias remarcables". Algunas de ellas tienen que ver con la identidad de las industrias creativas y la situación de los sectores: "lanza una señal sobre la importancia de la cultura. Que la distribución sea universal (independientemente de los niveles de renta) indica que se reconoce un derecho y que tiene que ver más con el derecho a gozar de la cultura que con el tradicional objetivo de democratización del acceso". Para el docente e investigador, que se dirija a los jóvenes también "es interesante. Prácticamente hasta ese momento ha sido el sistema educativo y la familia los que les han dicho o financiado lo que debían consumir en cultura. La propuesta por tanto es una apuesta por la autonomía y la libertad de esos jóvenes que ahora pueden decidir en qué gastarlo". 

La inversión, que en cifras absolutas supone un tercio de todo el presupuesto del Ministerio de Cultura de España para 2016, beneficia a un total de 574.593 beneficiarios. Una decisión que, en boca del subsecretario del Consejo de Ministros, Tommaso Nannicini, "envía un mensaje claro: el de una comunidad que da la bienvenida a la edad adulta recordando lo importante que es el consumo de la cultura para el enriquecimiento personal y para fortalecer el tejido social del país". Pero "será muy interesante analizar en qué se lo gastan y naturalmente habrán una parte importante de los recursos que se irán a productos mainstream del mercado, poniendo quizás en evidencia que los cánones de la oferta cultural pública están muy alejados de las demandas efectivas de los jóvenes", apunta Rausell.

Esta idea, que podría servir a corto plazo para cuestionar la política cultural convencional, ha de contextualizarse con una realidad: la inversión es cuantiosa. "La cantidad global es bastante importante. El gasto medio por hogar en Italia en 2010, incluyendo equipamientos, era de algo más de 700 euros según los datos oficiales, por lo que distribuir 500 a un solo individuo de la unidad familiar... es mucho dinero". 

¿Existen precedentes?

Rausell recuerda que "en otros lugares donde se han tomado medidas similares, bajo la fórmula de 'bonos para la cultura' y en distintas modalidades, como por ejemplo en Andalucía - que fue de 60 euros- e incluso en el País Vasco y la Diputación de Bizkaia. En otros países, por ejemplo, en Brasil. Sin embargo, para el docente de la UV ninguna puede compararse a la italiana por el coste global de la medida: "290 millones es una cifra importante. Italia gasta unos 5.300 millones en total en política cultural contando todos los niveles de gobierno (por unos 7.000 de España), mientras que la facturación total de los sectores está alrededor de los 29.000 millones".

El investigador concluye que, en términos generales, "entre hacer lo de siempre y experimentar otras medidas  -siempre evaluando y analizando los efectos-, yo apostaría por lo segundo".

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