VALÈNCIA. Dos monasterios fortificados tras un secuestro traumático, un par de arquitectos que desentrañan la historia de estas singulares edificaciones y una asociación que trata de divulgarlas.
Estos tres elementos confluyen en el recuperado interés por la Murta y Cotalba, las dos construcciones monásticas de la Orden de los Jerónimos en la provincia de Valencia, ubicadas en los términos municipales de Alzira y Alfahuir, respectivamente.
El origen de la existencia de estos singulares complejos, los principales existentes en la denominada Corona de Aragón junto a la Murtra (con la t intercalada entre una y otra r), en Badalona, o Nuestra Señora de la Esperanza, en Segorbe, y, muy posterior aunque más grande y acogido a ese estilo, a San Miguel de los Reyes, en la capital valenciana, se remonta al siglo XIV.
Marina Sender y Ricardo Perelló, que así se llaman los dos arquitectos que llevan años trabajando (junto a arqueólogos locales y otros expertos) en sus vestigios y que expusieron algunas de sus conclusiones el pasado jueves, destacan la sorprendente existencia de "elementos defensivos" en lugares tan alejados de la frontera.
Después de sembrar la duda, lanzan la explicación, que se sitúa en otro punto de la Comunidad Valenciana: en Jávea. La orden de los Jerónimos obtuvo su bula fundacional en octubre de 1373, "en un modesto y pequeño monasterio" ubicado en el citado término municipal alicantino.
En ese lugar ocurrió la tragedia que determinó el futuro de la orden -de la que en la actualidad queda el cenobio segoviano de Santa María de El Parral- y la orientación defensiva de sus construcciones.
Tal como relatan ambos arquitectos, los monjes que se habían enclaustrado en Jávea buscando el retiro más absoluto y consagrar su vida a la oración "fueron atacados por piratas berberiscos. Al no hallar riqueza, los torturaron, mataron al abad y se llevaron al resto secuestrados al norte de África".
De allí los recató el Duque de Gandia para, acto seguido, otorgarles un terreno más de interior, en Cotalba, en la saforeña Alfahuir, casi en el linde con Rótova. En este lugar comenzaron a edificar, a finales del siglo XIV, un complejo religioso compacto en el que su aspecto más destacado lo constituye la torre.
"Es militar, mucho más potente que un campanario, vinculada a la defensa y al miedo de los monjes por evitar más ataques. La crearon seguida, de una, sin fases en diferentes periodos", apunta el arquitecto Ricardo Perelló, quien apostilla que "el monasterio de Cotalba se erigió sobre un asentamiento musulmán".
Primero la torre, y después la iglesia. "Se trata del segundo elemento más importante, con nave única, capillas laterales y altar elevado con escalinata bajo la cual había criptas" señala Marina Sender, que también hace hincapié en el carácter "compacto" del edificio, con su "claustro único".
Si la torre singulariza -sobre todo en sus orígenes- Cotalba, también lo hace con la Murta, aunque de otro modo. "En el siglo XVI se expande y construyen esa edificación defensiva aislada del monasterio", indica Perelló. Data de 1550, siglo y medio largo desde el ataque berberisco a Jávea.
"Lo ocurrido se había transmitido de generación en generación y por escrito y deseaban evitarlo. Además, en la cercana Cullera se había producido un ataque pirata. Se trata de una orden observante, dedicada al rezo, en espacios retirados y apartados", enfatiza Sender.
Con el miedo como elemento perturbador de su vida casi eremítica, ampliaron sus instalaciones. "En el siglo XVI se produjo la mayor expansión. La familia Borja apoyaba Cotalba y la familia Vich, la Murta", apunta Palleter.
Así transcurrieron los siglos hasta que llegó el declive de la orden y la desamortización de inmuebles religiosos, que llevó, por ejemplo, al abandono de la Murta, pese a que "la familia Cantos, que lo adquirió en el siglo XIX, edificó una casona" (el actual Jardín Romántico).
¿Qué queda en la actualidad?
Aquí entra el tercer elemento, el de la divulgación, en el que este año ha puesto su empeño la Asociación de Amigos de los Castillos en la provincia de Valencia, que centrará su esfuerzo en conferencias y visitas a los monasterios fortificados de la orden de los Jerónimos en la antigua Corona de Aragón.
Resulta totalmente diferente lo que hallará quien acuda a cada uno de los dos grandes referentes de esos curiosos conventos. Cotalba mantiene su prestancia externa y, sobre todo, interior. Atesora detalles como una enorme pintura de la última Cena, con la representación del Santo Cáliz en primera fila. O la posibilidad de contemplar las amplias celdas de los hasta 35 monjes que lo habitaron. Celebran conciertos y eventos, y puede disfrutarse de una visita guiada jueves, sábados y domingos previa reserva.
Por su parte, de la Murta queda poco más que la silueta, la fachada de lo que fue, con la torre despuntando sobremanera. El resto se encuentra en ruinas. No obstante, su entorno, con el citado Jardín Romántico (abre sábados y domingos), los estanque, la antigua ermita, el acueducto el imponente nevero y, sobre todo, el exuberante Parque Natural que lo circunda, compensa con creces la visita.
Se trata de dos realidades presentes que constituyen el legado de una orden que optó por fortificar sus monasterios y que alcanzó relevancia en la antigua Corona de Aragón.