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Entrevista a Luis del Olmo, presidente de honor de la Academia Española de la Radio 

Luis del Olmo: "Quien crea que la radio es un trabajo más, durará muy poco en este medio"

13/02/2020 - 

VALÈNCIA. Las palabras se quedan cortas para definir a Luis del Olmo (Ponferrada, León, 31 de enero de 1937). Más de 50 años detrás de un micrófono, comunicando, entreteniendo y creando le han convertido en un referente y un icono de la radio española. En su programa Protagonistas, que se mantuvo en emisión desde 1969 a 2013, con más de 12.000 emisiones en Radio Nacional de España, Cadena Cope, Onda Cero y Punto Radio, se narraron los acontecimientos más importantes de la historia de España. Y revolucionó la radio, tal y como se entendía hasta entonces. El 13 de diciembre de 2013 se apartó de los micrófonos pero no se retiró del todo. Desde entonces, sigue vinculado al medio radiofónico como presidente de honor de la Academia Española de la Radio, nombramiento que recibió en octubre de 2009, y colaborando activamente en la promoción del Día Mundial de la Radio.

Su relación con la radio, ¿fue amor a primera vista?

Casi. Aunque para ser preciso habrá que decir que fue amor al primer sonido. La radio en Ponferrada, cuando yo era un chaval, me abría las puertas de un mundo nuevo. Podía entrevistar a los famosos que viajaban en el tren camino de Galicia o de Madrid y yo estaba esperándolos en la estación, con un magnetófono tan pesado como yo, preguntando y escuchando. El sonido de sus voces me enganchaba y el de mi voz lo iba perfeccionando hasta convertirlo en un sonido que comunicaba y atraía a los oyentes. Fue un duro trabajo de perfeccionamiento, pero todo empieza ahí, en la estación de Ponferrada, donde los expresos hacían parada y fonda.

¿Que suponen los reconocimientos tras todos estos años de trabajo? 

Modestia aparte, estos premios, entre ellos siete Ondas, me dicen que no lo hice mal del todo. Podría haberlo hecho mejor, porque la perfección absoluta es una utopía, pero me acerqué bastante. Mirando atrás, ahora que estoy jubilado, tengo la seguridad de que todos los galardones que conseguí se los debo a mis oyentes y el único mérito mío fue ponerme en la piel de ellos, preguntar lo que ellos querían preguntar, en definitiva, mi voz se convirtió en portavoz de la gente que me escuchaba. Hay quien ha convertido la radio en la voz de su amo, y el amo es el dueño de la cadena, el dueño de la cuenta bancaria o el dueño del Estado. Yo preferí dedicar mis palabras a quien me estaba escuchando, hablar como un oyente más, opinar como él, sentir como él, hablar menos y escucharlo más. Porque cuando titulé Protagonistas a mi programa no estaba pensando en los invitados ilustres, los verdaderos protagonistas de la radio son los que la escuchan, los que la hacen suya, día tras día.

La radio, ¿ha sido algo más que un trabajo para usted?

La radio ha sido mi vida. He respirado radio, he vivido radio y he amado la radio por encima de todas las cosas. Quien crea que la radio es un trabajo más, durará muy poco en este medio. La palabra ‘trabajo’ procede del latín, tripalium que era un atroz sufrimiento de tortura. Así pues, ya los antiguos pensaron que eso del trabajo era un suplicio y una penalidad. Pero debemos tener muy en cuenta que, en la época en la que se originó, la inmensa mayoría de los que podríamos calificar como trabajadores, lo hacían en condiciones infrahumanas o de esclavitud. Tampoco han cambiado mucho las cosas, con la cantidad de trabajos basura que se ofertan por ahí, pero la radio tiene un algo que engancha. Muchas veces he pensado que tendría que pagar por seguir haciendo radio. No hay un placer más intenso y gratificante que estar haciendo cada día lo que más te entusiasma. Esta ha sido mi bendición y el mejor regalo que me ha hecho la vida.

¿Alguien se ha negado a qué usted le entrevistara? 

No recuerdo ninguno, aunque tampoco me interesaba mucho intentar hacerlo con los personajes que se creían divinos. He charlado con el Rey Juan Carlos cuando tuvo uno de sus accidentes en la nieve. Entrevisté a todos los presidentes y a casi todos sus ministros. Sin olvidar a escritores, artistas, cantantes, premios Nobel… En definitiva, puede que no estuvieran todos los que se son, pero ciertamente tengo que decir que son todos los que estaban. 

¿Se quedó con las ganas de entrevistar a alguien?

Me llegó tarde y ya estaba jubilado, pero me hubiese gustado charlar largo y tendido con la Reina Leticia y las princesas Leonor y Sofía. La Reina es periodista y sabe salir airosa de cualquier entrevista y las princesas son una incógnita que sería interesantísimo desvelar.

¿Por qué la radio necesita un Día Mundial? 

Muy sencillo, porque la radio es un fenómeno mundial. El Día Mundial de la Radio fue una iniciativa de la Academia Española de la Radio, que se la ofreció a la ONU y esta la acogió con entusiasmo. Se eligió el 13 de febrero porque fue el día de la inauguración de la radio de las Naciones Unidas. No existe mejor definición de la radio que esta, la radio une a las naciones, hermoso objetivo bien distinto de aquella radio beligerante de la Segunda Guerra Mundial que se utilizaba para masacrar y avivar el odio al enemigo. La radio es un medio de interrelación, de congregación, un instrumento de unión entre las personas de distinto color, raza o religión. Una radio así es la que se celebra el 13 de febrero, Día Mundial de la Radio.

El año pasado, con motivo del Día Mundial Radio, usted manifestó que la radio ha de ser Diálogo, Tolerancia y Paz, ¿sigue reafirmándose en ello?

Punto por punto y al cien por cien. Si la radio no es Diálogo se convierte en una voz que clama en el desierto, porque nadie la escucha. Si no es Tolerancia, la radio se transforma en un instrumento de fanatismo que odia la convivencia pacífica entre personas de distinta opinión. Y si la radio no es Paz, entonces es un arma de destrucción masiva que solo pretende acabar con el adversario.

La radio ha demostrado su capacidad para adaptarse y seguir siendo un referente para muchos, ¿cómo cree que consigue mantener su atractivo? 

Porque la radio ha hecho su revolución interna, ha dejado de ser una carretera de una sola dirección y ha tomado en serio aquello que intuyó Bertold Brecht: convertirse en un medio de relación. La radio se relaciona. Relacionarse es cambiar los papeles, hacer que el locutor escuche al oyente lo que el oyente le dice al locutor. Es la radio participación la que consigue aumentar su enorme atractivo. La radio ya no es púlpito de sermones, tribuna de políticos o estrado de charlatanes vendiéndonos la moto. El oyente exige, en la medida que puede opinar, y el comunicador comunica en la medida que se hace eco de las exigencias del oyente. Solo así la radio se convierte en un medio de relación, en una cita entre amigos, donde la tertulia es abierta, la opinión no es dogmática y la pluralidad es la norma de actuación.

¿Cómo ve el futuro de la radio?

Soy positivo, aunque no triunfalista. La radio corre peligro de contagiarse del virus de la beligerancia. Lo vemos en televisión y comenzamos a escucharlo en la radio. Es una enfermedad que olvida los matices, que abandona el respeto al contrario y que convierte la controversia civilizada en una lucha cuerpo a cuerpo. Esa radio contagiada y contagiosa puede ser un serio problema. Pero felizmente no es un virus incurable, se trata de una gripe pasajera y, muy pronto, la radio más fanática se dará cuenta de que no puede vivir solo con oyentes fanáticos, pues la inmensa mayoría conoce el paño y considera una antigualla sin sentido aquello de galvanizar a las masas. El oyente quiere escuchar al pan, pan y al vino, vino, por eso triunfará siempre una radio clara como el agua, limpia como el cristal más puro y más cierta que las verdades del barquero.

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