LA VOZ DEL CONSUMIDOR / OPINIÓN

Objetivos de reciclaje V: nuestra realidad

1/08/2024 - 

La Unión Europea ha establecido objetivos ambiciosos en materia de gestión de residuos municipales: un 55% de reciclaje para 2025, aumentando al 60% en 2030 y al 65% en 2035. Estas cifras, plasmadas en la Directiva (UE) 2018/851, señalan un camino claro hacia una economía más circular y sostenible, en el marco de una normativa comunitaria que, para los residuos de envases, establece otros porcentajes mucho más ambiciosos. Sin embargo, entre todos esos porcentajes y la realidad cotidiana de nuestros hogares, existe una brecha preocupante que no logramos cerrar.

Uno de los mayores desafíos al que nos enfrentamos en la consecución de estas metas se encuentra en la dificultad de la separación de residuos en nuestros propios domicilios. La mayoría de las viviendas, especialmente en entornos urbanos, no fueron diseñadas pensando en la gestión de múltiples contenedores de reciclaje. Nos encontramos ante la paradoja de tener que manejar una creciente variedad de residuos en espacios cada vez más reducidos.

Imaginemos una vivienda estándar: ¿dónde colocamos los contenedores para plásticos, papel, vidrio, orgánico, resto... y quizás incluso para textiles y residuos peligrosos? La cocina, tradicionalmente el espacio destinado a la gestión de residuos, se ve desbordada. Muchos ciudadanos se enfrentan a la disyuntiva de sacrificar espacio vital por la causa del reciclaje o, simplemente, rendirse ante los inconvenientes y optar por una separación light.

Además, la complejidad de la separación va más allá del espacio físico. La variedad de materiales en nuestros residuos cotidianos es abrumadora. Los ciudadanos se enfrentan a un constante dilema sobre dónde depositar cada cosa hasta el punto de que, si confeccionáramos un Trivial de reciclaje, es probable que muy pocas personas lograran alcanzar un elevado porcentaje de respuestas correctas. Esta confusión se ve agravada por la falta de campañas de concienciación efectivas. No basta con colocar contenedores de colores en las calles si no se educa a la población sobre su uso correcto.

Enlazado con el problema anterior, el desperdicio alimentario es también un motivo de preocupación. Antes de que se conviertan en desecho, ¿no deberíamos centrarnos en reducir la cantidad de alimentos que acaban en la basura? La separación de biorresiduos, fundamental para alcanzar los objetivos de reciclaje, requiere no solo un contenedor adicional, sino también un cambio en nuestros hábitos de cocina y consumo.

Frente a estos desafíos, es evidente que necesitamos soluciones que no se limiten a exigir la colaboración ciudadana. Los fabricantes deben considerar el ciclo de vida completo de sus productos, incluyendo cómo se gestionarán como residuos en hogares con espacio limitado. El diseño y rehabilitación de las viviendas debería priorizar la gestión de los residuos y habilitar espacios adecuados. En cuanto a los ayuntamientos, el esfuerzo deberá ser enorme: desde la mejora de los sistemas de recogida selectiva hasta la inversión en nuevas instalaciones de tratamiento, pasando por la implementación de tecnologías avanzadas para el control y la trazabilidad.

Sin embargo, todos estos esfuerzos serán en vano si no se acompañan de un cambio radical en la conciencia ciudadana sobre la gestión de residuos, poniendo a disposición de los hogares una serie de herramientas que faciliten la tarea. No basta con decir a la gente qué reciclar; debemos proporcionar soluciones realistas sobre cómo hacerlo en espacios limitados. Ideas creativas como contenedores plegables, sistemas de clasificación verticales, o incluso aplicaciones que ayuden a organizar la recogida de residuos menos frecuentes podrían ser de gran ayuda. Solo abordando estos desafíos prácticos podremos esperar cerrar la brecha entre los ambiciosos objetivos europeos y la realidad de nuestros cubos de basura.

Juan Carlos Insa es abogado experto en consumo