Se cumplen veinticinco años de la histórica reunión entre Eduardo Zaplana y Jordi Pujol y veinte del acuerdo entre PP y PSPV que propició la creación de la Acadèmia Valenciana de la Llengua
VALÈNCIA.- El Mas Calbó de Reus es un casón fortificado construido en el siglo XII justo donde había nacido San Bernat Calbó. Durante la guerra de Segadores quedó devastado, pero posteriormente fue reconstruido y ofrecía las condiciones de privacidad necesarias para el encuentro. La reunión secreta entre Eduardo Zaplana y Jordi Pujol el 8 de abril de 1996 constituye el punto de partida de una operación política de gran calado y una enorme dificultad.
Aquel día era lunes de Pascua y, por lo tanto, festivo en el calendario laboral de Cataluña y de la Comunitat Valenciana. El origen de esta fiesta se remonta al pasado carolingio de la Cataluña Vieja. Cuando había una festividad importante la gran familia se tenía que desplazar a la casa solariega y, como en la Edad Media los desplazamientos solían ser largos, la oscuridad intensa y los medios precarios, la gente necesitaba todo el día siguiente para volver. En el resto de la península Ibérica cristiana, dominada por los godos y vinculada al obispado de Toledo, no se seguía esta norma, heredada del obispado de Narbona.
TV3 emitía aquella tarde el film El espectáculo más grande del mundo con Charlton Heston, Betty Hutton y James Stewart, y Canal 9 una corrida de toros desde Benidorm, con un cartel que reunía a las figuras principales del momento: Jesulín de Ubrique, Miguel Báez ‘Litri’ y Enrique Ponce. Los gobernados ignoraban la conjura.
La discreción era tal que el presidente valenciano, Eduardo Zaplana, no llevó el chófer oficial y echó mano de la familia. El coche con el que atravesó la frontera catalana lo conducía su cuñado Justo Valverde, teniente coronel del ejército del aire, un hombre de su máxima confianza en aquellos momentos. De hecho, lo acababa de colocar en el Consejo de Administración de Caja del Mediterráneo, y poco después le encargaría el pastel multimillonario de las contrataciones del parque temático Terra Mítica —por el que, por cierto, fue condenado a cinco años de prisión por estafa y falsedad—.
De camino al Baix Camp, Zaplana y Valverde hicieron parada en una gasolinera del Maestrat para recoger el documento que Zaplana entregaría a Jordi Pujol. Se trataba de un folio a dos caras redactado para la ocasión por el diplomático Fernando Villalonga, en aquel momento conseller de Educación, Cultura y Deporte, quien, disfrazado con ropa de deporte, lo introdujo por la ventana a medio abrir del vehículo. Se trataba de una mera declaración de intenciones para ganarse el favor de Pujol y el contenido era simple: reconocimiento de la unidad de la lengua, enseñanza conjunta de la literatura catalana y valenciana, la normativa que se usaría en la administración sería la del IEC, Institut d’Estudis Catalans (variedad occidental), y el nombre de la lengua sería valenciano.
¿Qué llevó a los dos líderes políticos a Reus? El caprichoso resultado de las elecciones nacionales del 3 de marzo de 1996 había puesto el futuro de José María Aznar, el candidato del Partido Popular, en manos de los nacionalistas catalanes y vascos, que en la legislatura anterior habían pactado con Felipe González, y que durante esos años habían sido blanco de todas las críticas por parte del PP. Durante la noche electoral, los acólitos de Aznar, eufóricos y cargados de soberbia, corearon aquello de «¡Pujol enano, habla castellano!». Nadie dudaba de que los nacionalistas aprovecharían para subir el precio de sus votos.
* Lea el artículo íntegramente en el número 83 (septiembre 2021) de la revista Plaza